Editorial
LA ÚNICA VERDAD ES LA REALIDAD
Hace pocos días el gobierno de la provincia de Buenos Aires ofreció un aumento del 21% en cómodas cuotas a estatales y docentes marcando una pauta de alcance nacional. Ese mismo día economistas afines al gobierno afirmaron que es mejor ganar un poco menos y conservar el trabajo. Desde el ministerio de modernización admitieron, a su vez, que no todos los despedidos eran ñoquis, sino que se estaba avanzando en la racionalización del estado.
El innegable festival de nombramientos para financiar la política de modo espúreo producido por el gobierno saliente dieron el pretexto justo para que se consume un objetivo central del plan económico en curso: luego de la devaluación y con una inflación que golpea al salario de manera progresiva, los acuerdos paritarios deberían resignar alrededor de diez puntos (o más) para que los efectos de la depreciación del peso no se diluyan.
Los despidos fueron realizados con el pretexto de sanear el estado de ñoquis. Tras esa cubierta basada en realidades emergió una razón mucho más poderosa: disciplinar a los trabajadores frente a una rebaja masiva del salario.
Los gremios de la FESPROSA se están enfrentando en el estado nacional, las provincias y los municipios con una realidad de ajuste que trasciende las identidades partidarias de los gobernantes. Recorte de conquistas salariales y previsionales, despidos y medidas de coerción hacia los trabajadores fueron ejecutadas no solo por el gobierno nacional de Cambiemos sino también por radicalismo mendocino, el Frente para la Victoria de Santa Cruz y Tierra del Fuego, el socialismo de Santa Fe, el peronismo ortodoxo de Córdoba e intendentes bonaerenses de Cambiemos y del Frente Renovador.
Gremios de la FESPROSA como CICOP y SIPRUS (ver artículos de este boletín) han puesto a consideración de sus afiliados la participación activa en el paro nacional de ATE, apoyado por la CTA-A del 24 de febrero.
Por encima de opciones electorales y simpatías partidarias solo la movilización unitaria podrá impedir que el costo del ajuste recaiga, otra vez, sobre las espaldas de los trabajadores.